Nicolás Gear, presidente de Asociación Semilleros Argentinos (ASA), comparte su visión sobre la evolución, el presente y el futuro de la industria semillera.
Desde su fundación en 1949, a partir de emprendedores y pioneros de la agroindustria nacional, ASA se constituyó como un pilar fundamental para desarrollar todo el potencial que las semillas tienen para ofrecerle a las cadenas productivas del agro y atravesó todos los desafíos que el campo, las industrias y las tecnologías enfrentaron en estos 75 años.
Frente a los desafíos de cada época, se fueron tejiendo vínculos productivos y asociaciones virtuosas para seguir el pulso de la industria, la tecnología y la sociedad. Nicolás Gear lo expresó con claridad: “Pensemos que 75 años implica haber pasado la revolución verde, los cambios tecnológicos en cereales, la adopción de híbridos de maíz, la incorporación de la biotecnología como herramienta clave para el desarrollo y la productividad del agro argentino y del mundo. Y últimamente se incorporó la edición génica, la inteligencia artificial, machine learning y ciencia de datos”
La industria semillera presenta una característica de doble innovación ya que, por una parte tiene que incorporar las tecnologías que se imponen para estar al día, pero también tiene la iniciativa irrenunciable de invertir en la investigación de desarrollos propios y liderar la expansión hacia los horizontes que las semillas encuentran en el uso y aplicaciones de insumos para el desarrollo de nuevos productos.
En un mundo que está yendo al procesamiento de proteínas, al agregado de valor, el molecular farming o la posibilidad de sintetizar enzimas y proteínas a nivel agrícola, Nicolás Gear describe un elemento clave para pensar el futuro de la agroindustria nacional: “Tenemos el desafío de subirnos como país y como sistema productivo, reconocer la propiedad intelectual, que van ineludiblemente a generar más inversión y más retorno. En primer lugar al productor y en segundo lugar a los nuevos actores que se quieran subir a este tren de innovación”. Destacando también que la posibilidad de tener una mejor y mayor performance reside en el control de comercio y la fiscalización de la calidad de la semilla.
Respecto al marco regulatorio y el contexto para potenciales desarrollos impulsados por el sector semillero, Nicolás Gear diagnosticó que “el gran desafío es trabajar con el marco normativo existente, con una autoridad de aplicación como es el Instituto nacional de semillas (INASE), con los recursos y el alcance federal que tiene que tener para poder estar controlando y fiscalizando como se debe”.
La alta carga tributaria que actualmente tiene el sector impacta directamente en el primer eslabón de la cadena productiva, desalentando la inversión en innovación por parte de los productores porque dificulta la inversión en la compra de tecnología.
El histórico trabajo de integración entre recursos e instituciones públicas y privadas es una receta que ha cosechado éxitos significativos, mientras que la implementación de contratos o acuerdos entre privados para comercializar la tecnología pueden potenciar y aprovechar mejor la posibilidad que tiene la Argentina de incorporar innovaciones en los cultivos de autógamas. Así lo señalaba Gear: “Esa sinergia de los acuerdos entre privados puede generar un ambiente proclive a una mayor innovación que siempre va a redundar en una mayor productividad y, en última instancia, mayor volumen exportable y mayor divisa para la Argentina que es lo que nos beneficia a todos a nivel nacional”.